A principios de 2020, nadie anticipó las consecuencias a largo plazo de la pandemia de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19). Durante el primer año de la pandemia, la atención se centró en la supervivencia de la infección aguda. A mediados de 2020 tuvo lugar la aparición de un nuevo grupo de pacientes conocidos como pacientes de larga duración posteriores a la COVID-19. Se informó que estas personas estaban constantemente cansadas, a menudo mujeres jóvenes o de mediana edad, incapaces de trabajar y tenían múltiples síntomas, como dolor en el pecho, intolerancia al ejercicio, taquicardia y palpitaciones cardíacas. Muchos médicos, neurólogos y cardiólogos indicaron que algunos de estos síntomas son ideales para los síntomas del síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS). Además, también se informaron otras disfunciones autonómicas cardiovasculares como taquicardia sinusal inapropiada.
Estudiar: Disfunción autonómica y síndrome de taquicardia ortostática postural en el síndrome postagudo de COVID-19. Crédito de la imagen: Melana Lettering/Shutterstock
Se indica que POTS es un fenotipo importante en el nuevo síndrome post-agudo de COVID-19 que ocurre en aproximadamente el 30 por ciento de los pacientes altamente sintomáticos. Sin embargo, también se han observado otras formas de disautonomía cardiovascular como hipotensión o intolerancia ortostática y susceptibilidad al reflejo vasovagal.
Un nuevo panorama clínico en Nature Reviews Cardiología tuvo como objetivo analizar las secuelas post-agudas de COVID-19 que pueden representar una amenaza para los pacientes, sus médicos y el sistema de salud.
La confirmación de POTS requiere pruebas autonómicas cardiovasculares correctamente interpretadas. Hubo un aumento en la respuesta cronotrópica de más de 30 latidos por minuto al estar de pie, así como fatiga crónica e intolerancia ortostática junto con presión arterial mantenida. Además, también están involucrados otros síntomas, como trastornos del sueño, confusión mental, migraña, debilidad muscular y dolor en el pecho. Esto dio lugar a la derivación de pacientes a diversas especialidades clínicas debido a la confusión con respecto al diagnóstico.
Estudios recientes han resaltado la necesidad de una mayor vigilancia diagnóstica, nuevas opciones terapéuticas y una mayor disponibilidad de recursos de atención médica para comprender mejor el lugar de POTS en el panorama posterior a COVID-19. Se ha informado que POTS y otras afecciones relacionadas se desarrollan tres meses después de la infección por coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2), pero también pueden desarrollarse después de la vacunación. Esto sugiere que dichos factores pueden desencadenar una respuesta autoinmune en individuos susceptibles. Además, se ha informado que estas disautonomías cardiovasculares son independientes de la gravedad de la infección inicial. Se necesita más investigación para comprender el agente inmunomodulador asociado con respuestas inmunitarias mal dirigidas o sobreestimuladas. Además, la investigación también debe centrarse en identificar marcadores genéticos o epidemiológicos de mayor riesgo de disautonomía cardiovascular.
La disfunción autonómica cardiovascular posterior a la COVID-19 puede conducir no solo a un patrón similar al POTS, sino también a inestabilidad de la presión arterial, taquicardia en reposo y trastornos circulatorios locales. Los diversos síntomas observados en POTS pueden deberse a una disfunción microvascular junto con respuestas macrovasculares y microvasculares inadecuadas. Sin embargo, pocos informes indicaron que la disfunción microvascular es un mecanismo importante de complicaciones posteriores a COVID-19. Todos estos fenotipos disautonómicos pueden coexistir y afectar principalmente a mujeres jóvenes y de mediana edad. Por lo tanto, se requiere el fenotipado de POTS en cohortes de pacientes con síndrome post-agudo de COVID-19 para identificar biomarcadores confiables y desarrollar terapias efectivas para el síndrome.


